En las últimas semanas los miembros del gabinete de Felipe Calderón no han parado de verse atrapados en escandaletes mediáticos montados con muy mala leche pero con muy buena puntería, al menos la suficiente para llenar páginas y páginas en periódicos y revistas políticas y muchos minutos —los que dejan libres los spots que nos asesta la nueva ley electoral— en radio y televisión.
Es indiscutible que resulta exagerado pedir la renuncia de la canciller Patricia Espinosa por decir que el problema del narcotráfico en México sólo se concentra en 3 estados, o exigir la dimisión de Luis Téllez (secretario de Comunicaciones) por admitir ante periodistas que en una francachela privada en Cancún habló de más y dijo lo que todo el país lleva 15 años diciendo sin que nadie aporte pruebas concluyentes (que Salinas de Gortari se robó muchísimo dinero).
En el primer caso se trató de declaraciones públicas hechas a la prensa y en el segundo de grabaciones clandestinas realizadas con el fin aparente de chantajear a Téllez o destruirlo políticamente en medio de la guerra semiclandestina que se libra entre funcionarios del sector telecomunicaciones.
Espinosa mostró una ingenuidad muy digna de compasión y Téllez una falta de malicia lamentable en un funcionario de su nivel, mas por el mero hecho de abrir la boca sin antes echar a andar las neuronas ninguno reveló incapacidad flagrante para ejercer sus tareas. En cambio, constituyen ejemplos innegables de una tara que ha aquejado a los políticos panistas —o asociados a los panistas— desde que Vicente Fox, luego de ganar las elecciones de 2000, anunció que reclutaría su gabinete a través de head hunters: no tienen ni la menor idea de cómo lidiar con la prensa (y conste que tampoco se trata de retornar a los embutes y amenazas que tanto usó el PRI).
Por supuesto, crear una estrategia que les permita valerse de los medios —sin “comprarlos”— para proyectar una buena imagen pública, o difundir con eficacia los logros del gobierno, es una posibilidad que los panistas no logran concretar ni siquiera en sus sueños más desbocados. Ni ellos ni los supuestos profesionales que los asesoran. Y esa falta de ideas les costará muy caro en julio próximo, cuando lo más probable es que Felipe Calderón quedé arrinconado contra las cuerdas legislativas, muy lejos de la mayoría en la Cámara de diputados con la que han soñado los del PAN desde su llegada a Los Pinos.
Claro, conviene matizar: ya en el sexenio de Salinas se hablaba del “círculo rojo” para referirse a los opinadores profesionales —como este Gato Gaviero— y del “círculo verde” para aludir a los mexicanos que no gozan de un espacio periodístico pero consumen las noticias y comentarios que los “rojos” vertimos con alegre desparpajo.
Fox siempre gozó de muy mala prensa porque su estrategia era de plano torpe a los ojos de los periodistas: todavía resulta hilarante acordarse de cómo cada día el ex vocero de la presidencia, Rubén Aguilar, debía aclarar al país «Lo que el presidente quiso decir…» Sin embargo, ese modo de enredar las cosas —que según ha revelado hace no mucho el propio Aguilar, era a propósito, no fruto de la atrabancada lengua foxiana— le cosechaba simpatías entre el “círculo verde” constituido por los ciudadanos de a pie. Los que al fin y al cabo, a fuerza de votos, ponen en sus puestos a los políticos que no tienen más remedio que presentarse a elecciones para seguir colgados del erario.
Fox, que vivió obsesionado por las encuestas de popularidad, consiguió así el que al parecer fue siempre su principal objetivo: resultarle simpático a la mayoría de los mexicanos, que lo calificó bien y aprobó hasta el final su gestión a pesar de la ridiculización encarnizada de que lo hizo objeto la mayor parte de la prensa. (Vamos, tampoco había que esforzarse mucho. Aún son memorables el «¿Y yo por qué?» que lanzó cuando los reporteros le preguntaron qué iba a hace en torno al conflicto entre las 2 grandes televisoras; el «Gracias, mi rey» con el que agradeció a Juan Carlos I de España sus felicitaciones por ganar las elecciones de 2000, o el celebérrimo «Comes y te vas» que le soltó a Fidel Castro cuando lo invitó a la Cumbre de Monterrey en 2004 pero le pidió que se retirara antes de incomodar a otro racherote, el ex presidente George W. Bush).
Calderón se ha mantenido muy lejos del papel de bufón de palacio que tan cómodo hacía sentir a Fox y ha buscado proyectar una imagen mesurada y responsable. En ese sentido hay poco que reclamarle, salvo quizá el desliz de presentarse a un acto militar con una casaca que le quedaba grande. Sin embargo, tampoco se ha salvado de los embates de un sector de la prensa empeñado en mostrarlo como alguien poco serio.
Ese afán de escarnio también alcanza a sus secretarios, como Agustín Carstens (Hacienda): la mayor parte de los periodistas, salgo algunos analistas económicos, no concedieron importancia a la jugada magistral que hizo al contratar una cobertura que nos aseguró un pago de 70 dólares por barril de petróleo hasta septiembre y que permitió que el presupuesto público de este año no se viera afectado gran cosa por la crisis (ya a partir de 2010 será otro cantar). En cambio, se consagraron a armar un gran alboroto porque había dicho que la crisis económica mundial sería nomás un «catarrito» para México aunque para Estados Unidos fuera una pulmonía.
Por supuesto, los políticos de oposición no se quedaron atrás. A los priistas y perredistas, viejos lobos duchos en el arte de canibalizar a sus rivales poco avispados, no dejó de gotearles el colmillo mientras se engolosinaban con el destace del secretario. Ninguno se molestó en reconocer públicamente que las buenas artes de Carstens consiguieron aplacar la debacle al menos un año.
Lo malo es que esta vez, sin bufón que le gane simpatías al PAN en el “círculo verde”, la campaña de ataques ha prendido entre los ciudadanos: las encuestas más recientes arrojan que el PRI arrasará en las elecciones para diputados (el PRD si acaso tendría su histórico 20% de los votos). Los panistas están en el peor de los escenarios: no sólo no saben cómo capotear a los medios, sino que cada vez están más distantes de la gente.
Desde el 6 de julio los panistas —encabezados por su presidente, Germán Martínez— buscarán justificaciones y no dudarán en endilgar la responsabilidad del fracaso a la mala fe de sus adversarios (dentro o fuera del partido), pero es casi seguro que ninguno reconocerá la causa profunda: salvo Fox —pese a lo esperpéntico de su interminable puesta en escena—, no hay ninguno que realmente sepa como “conectar” con la gente. Vamos, que les inspire nada.
Y tampoco les interesa aprender a hacerlo. Basta recordar, por ejemplo, los espectaculares, las mantas y playeras del diputado local del DF Alfredo Vinlay para “promocionar” su 2o informe de gobierno: aparecía con una pose de héroe mirando al horizonte que daba risa. Claro, suspiraba con ganar la candidatura a delegado en Benito Juárez. El punto es que en el PAN parecen convencidos que comunicarse con la gente es colgar mantas: ahí está el ex secretario particular de Calderón, César Nava, haciendo lo mismo para ganar una diputación federal por un distrito también en Benito Juárez (a estas alturas, se diría que es el único enclave que los panistas sienten seguro en el DF).
Con campañas y estrategias como esas por parte del PAN sólo queda una pregunta interesante: ¿alcanzarán los priistas esa cifra arribita del 42% que les permitirá tener la mayoría absoluta en la Cámara de diputados para chantajear a gusto al gobierno federal? Muero de curiosidad por escuchar las explicaciones que nos darán los panistas si eso sucede.
cronopio_mayor@hotmail.com
Es indiscutible que resulta exagerado pedir la renuncia de la canciller Patricia Espinosa por decir que el problema del narcotráfico en México sólo se concentra en 3 estados, o exigir la dimisión de Luis Téllez (secretario de Comunicaciones) por admitir ante periodistas que en una francachela privada en Cancún habló de más y dijo lo que todo el país lleva 15 años diciendo sin que nadie aporte pruebas concluyentes (que Salinas de Gortari se robó muchísimo dinero).
En el primer caso se trató de declaraciones públicas hechas a la prensa y en el segundo de grabaciones clandestinas realizadas con el fin aparente de chantajear a Téllez o destruirlo políticamente en medio de la guerra semiclandestina que se libra entre funcionarios del sector telecomunicaciones.
Espinosa mostró una ingenuidad muy digna de compasión y Téllez una falta de malicia lamentable en un funcionario de su nivel, mas por el mero hecho de abrir la boca sin antes echar a andar las neuronas ninguno reveló incapacidad flagrante para ejercer sus tareas. En cambio, constituyen ejemplos innegables de una tara que ha aquejado a los políticos panistas —o asociados a los panistas— desde que Vicente Fox, luego de ganar las elecciones de 2000, anunció que reclutaría su gabinete a través de head hunters: no tienen ni la menor idea de cómo lidiar con la prensa (y conste que tampoco se trata de retornar a los embutes y amenazas que tanto usó el PRI).
Por supuesto, crear una estrategia que les permita valerse de los medios —sin “comprarlos”— para proyectar una buena imagen pública, o difundir con eficacia los logros del gobierno, es una posibilidad que los panistas no logran concretar ni siquiera en sus sueños más desbocados. Ni ellos ni los supuestos profesionales que los asesoran. Y esa falta de ideas les costará muy caro en julio próximo, cuando lo más probable es que Felipe Calderón quedé arrinconado contra las cuerdas legislativas, muy lejos de la mayoría en la Cámara de diputados con la que han soñado los del PAN desde su llegada a Los Pinos.
Claro, conviene matizar: ya en el sexenio de Salinas se hablaba del “círculo rojo” para referirse a los opinadores profesionales —como este Gato Gaviero— y del “círculo verde” para aludir a los mexicanos que no gozan de un espacio periodístico pero consumen las noticias y comentarios que los “rojos” vertimos con alegre desparpajo.
Fox siempre gozó de muy mala prensa porque su estrategia era de plano torpe a los ojos de los periodistas: todavía resulta hilarante acordarse de cómo cada día el ex vocero de la presidencia, Rubén Aguilar, debía aclarar al país «Lo que el presidente quiso decir…» Sin embargo, ese modo de enredar las cosas —que según ha revelado hace no mucho el propio Aguilar, era a propósito, no fruto de la atrabancada lengua foxiana— le cosechaba simpatías entre el “círculo verde” constituido por los ciudadanos de a pie. Los que al fin y al cabo, a fuerza de votos, ponen en sus puestos a los políticos que no tienen más remedio que presentarse a elecciones para seguir colgados del erario.
Fox, que vivió obsesionado por las encuestas de popularidad, consiguió así el que al parecer fue siempre su principal objetivo: resultarle simpático a la mayoría de los mexicanos, que lo calificó bien y aprobó hasta el final su gestión a pesar de la ridiculización encarnizada de que lo hizo objeto la mayor parte de la prensa. (Vamos, tampoco había que esforzarse mucho. Aún son memorables el «¿Y yo por qué?» que lanzó cuando los reporteros le preguntaron qué iba a hace en torno al conflicto entre las 2 grandes televisoras; el «Gracias, mi rey» con el que agradeció a Juan Carlos I de España sus felicitaciones por ganar las elecciones de 2000, o el celebérrimo «Comes y te vas» que le soltó a Fidel Castro cuando lo invitó a la Cumbre de Monterrey en 2004 pero le pidió que se retirara antes de incomodar a otro racherote, el ex presidente George W. Bush).
Calderón se ha mantenido muy lejos del papel de bufón de palacio que tan cómodo hacía sentir a Fox y ha buscado proyectar una imagen mesurada y responsable. En ese sentido hay poco que reclamarle, salvo quizá el desliz de presentarse a un acto militar con una casaca que le quedaba grande. Sin embargo, tampoco se ha salvado de los embates de un sector de la prensa empeñado en mostrarlo como alguien poco serio.
Ese afán de escarnio también alcanza a sus secretarios, como Agustín Carstens (Hacienda): la mayor parte de los periodistas, salgo algunos analistas económicos, no concedieron importancia a la jugada magistral que hizo al contratar una cobertura que nos aseguró un pago de 70 dólares por barril de petróleo hasta septiembre y que permitió que el presupuesto público de este año no se viera afectado gran cosa por la crisis (ya a partir de 2010 será otro cantar). En cambio, se consagraron a armar un gran alboroto porque había dicho que la crisis económica mundial sería nomás un «catarrito» para México aunque para Estados Unidos fuera una pulmonía.
Por supuesto, los políticos de oposición no se quedaron atrás. A los priistas y perredistas, viejos lobos duchos en el arte de canibalizar a sus rivales poco avispados, no dejó de gotearles el colmillo mientras se engolosinaban con el destace del secretario. Ninguno se molestó en reconocer públicamente que las buenas artes de Carstens consiguieron aplacar la debacle al menos un año.
Lo malo es que esta vez, sin bufón que le gane simpatías al PAN en el “círculo verde”, la campaña de ataques ha prendido entre los ciudadanos: las encuestas más recientes arrojan que el PRI arrasará en las elecciones para diputados (el PRD si acaso tendría su histórico 20% de los votos). Los panistas están en el peor de los escenarios: no sólo no saben cómo capotear a los medios, sino que cada vez están más distantes de la gente.
Desde el 6 de julio los panistas —encabezados por su presidente, Germán Martínez— buscarán justificaciones y no dudarán en endilgar la responsabilidad del fracaso a la mala fe de sus adversarios (dentro o fuera del partido), pero es casi seguro que ninguno reconocerá la causa profunda: salvo Fox —pese a lo esperpéntico de su interminable puesta en escena—, no hay ninguno que realmente sepa como “conectar” con la gente. Vamos, que les inspire nada.
Y tampoco les interesa aprender a hacerlo. Basta recordar, por ejemplo, los espectaculares, las mantas y playeras del diputado local del DF Alfredo Vinlay para “promocionar” su 2o informe de gobierno: aparecía con una pose de héroe mirando al horizonte que daba risa. Claro, suspiraba con ganar la candidatura a delegado en Benito Juárez. El punto es que en el PAN parecen convencidos que comunicarse con la gente es colgar mantas: ahí está el ex secretario particular de Calderón, César Nava, haciendo lo mismo para ganar una diputación federal por un distrito también en Benito Juárez (a estas alturas, se diría que es el único enclave que los panistas sienten seguro en el DF).
Con campañas y estrategias como esas por parte del PAN sólo queda una pregunta interesante: ¿alcanzarán los priistas esa cifra arribita del 42% que les permitirá tener la mayoría absoluta en la Cámara de diputados para chantajear a gusto al gobierno federal? Muero de curiosidad por escuchar las explicaciones que nos darán los panistas si eso sucede.
cronopio_mayor@hotmail.com