La aventura inciada en la navegación pasada progresó como debía progresar: nos conocimos más y sí nos caímos bien. Y la relación dio frutos: una amistad incipiente. Y un gato negro al que bauticé Sauron, en referencia a otra de mis obsesiones: El señor de los anillos.
La esperanza murió de muerte tenística, es decir, súbita, a bote pronto, pero está bien. Ahora hay alguien que no es una esperanza, sino una realidad bien real, sólo que está como a 3,500 kilómetros de distancia: Yarima. Es venezolana y la conocí en una isla caribeña a la altura de Nicaragua. Ambos andábamos bien lejos del terruño y a los 2 nos sorprendió el encuentro. Como diría el Nano, alias Serrat, "De vez en cuando la vida, nos besa en la boca..." Y cuando, en el concierto "Serrat 100x100" del sábado 18 de octubre lo escuchamos cantar eso, acompañado sólo por el piano del talentoso Ricard Miralles, nos apretamos la mano (todo el concierto estuvimos, como dicen los peruanos, haciendo empanaditas) y nos miramos con una gran sonrisa... Y luego, bueno, la noche siguió maravillosa, con el ánimo de hacer camino al andar, abrazo a abrazo, beso a beso...
Ya hablaré en detalle sobre Yarima en otra navegación, ahora sí con carta bien trazada, pues aceptó cuando le dije aquello de "You can be the captain, I will draw the chart".
Ahora, a cruzar el farragoso mar de la distancia... sin dejar la sonrisa de medio lado, eso sí. Es indispensable para ir por la vida.
cronopio_mayor@hotmail.com
sábado, 25 de octubre de 2008
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